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Entre el síndrome de la sospecha y las intestinas guerras políticas



Hay acontecimientos que, por su dimensión publica y su impacto mediático, suelen conmover profundamente a la sociedad. "Complot a la uruguaya", de Mario Burgos, es una tan osada como reveladora investigación sobre la extraña muerte de Villanueva Saravia.
Hugo Acevedo |


Este libro, cuyo autor fue el asesor jurídico del joven intendente de Cerro Largo fallecido hace doce años, es un potente trabajo documental que arroja renovada luz sobre acontecimientos que por entonces marcaron a fuego la memoria colectiva.

Como se recordará, el 12 de agosto de 1998 Villanueva Saravia fue hallado muerto en su cama. Tenía treinta y tres años y una promisoria carrera política, luego de transformarse en el jefe comunal más joven.

Fue, sin dudas, un personaje peculiar, que sobresalió por su entusiasmo, dinamismo y ejecutividad, pero también por su abierto desafío al statu quo de su Partido Nacional.

Ese temperamento, que mixturaba la seducción con la polémica, le enfrentó a pesos pesados de su colectividad partidaria como Luis Alberto Lacalle y también al Poder Judicial.

Pese a su confesa admiración por Wilson Ferreira Aldunate, este tataranieto del caudillo blanco Aparicio Saravia se situaba a la derecha del espectro político.

Su estilo locuaz y desenfadado lo transformó en un líder carismático, que concitó una multitudinaria adhesión en su departamento pero, con frecuencia, lo puso al margen de la interna partidaria.

Villanueva Saravia, que estuvo envuelto en más de un escándalo político, protagonizó fuertes controversias con referentes de su partido, en medio de una interna local salvaje y recalentada.

Por entonces, transcurría el cuarto año de la segunda presidencia del colorado Julio María Sanguinetti, que gobernó en coalición con el Partido Nacional.

Aunque la muerte de Villanueva Saravia fue judicialmente caratulada como "suicidio", siempre estuvo rodeada de un manto de ominosa sospecha.

No menos polémica fue la sucesión municipal. El sillón vacante por la muerte del titular, fue finalmente ocupado por Serafín Bejérez, suegro de Villanueva y enjuiciado por acusaciones de corrupción. Ambos estaban fuertemente enfrentados.

La designación del nuevo intendente fue el corolario de marchas y contramarchas, virulentas imputaciones, irregularidades y presiones del poder político de turno.

En este libro, el abogado Mario Burgos desarrolla una minuciosa pesquisa, destinada a demoledor la tesis del suicidio, que determino el archivo del caso en 1999.

No en vano el titulo completo del libro es "Complot a la uruguaya: ¿Quién mato a Villanueva Saravia?", lo cual corrobora, en forma absolutamente inequívoca, el propósito del autor.

En el curso de su prolongada investigación documental, Burgos accedió al voluminoso expediente del caso, que permanece dormido en un archivo desde hace más de once años.

Apelando a sus conocimientos jurídicos y a su capacidad para analizar hechos y circunstancias, el profesional se interna en un territorio harto sinuoso, que habilita nuevas conjeturas sobre lo qué sucedió en la madrugada del 12 de agosto de 1998.

Si bien no afirma de plano que Villanueva Saravia fue asesinado, Burgos ensaya diversas hipótesis acerca de lo que puedo haber pasado, a la luz de los testimonios registrados en las actas y escritos judiciales.

El autor enfatiza, en forma absolutamente categórica, que "se comprobó que no se había investigando nada". Paralelamente, cuestiona la carátula de "suicidio", añadiendo que "la investigación judicial fue sólo una herramienta que el sistema utilizó para imponer 'la razón de Estado' y tranquilizar a los seguidores de Villita".

Con el propósito de ilustrar al lector, Burgos recrea el episodio, mediante un acento fuertemente autobiográfico. En ese contexto, el relato aporta algunos elementos poco conocidos, que, hace doce años, no trascendieron públicamente.

Posteriormente, ingresa en el ojo de la tormenta de la pesquisa judicial, que estuvo a cargo de un juez y un fiscal que estaban notoriamente enemistados con el fallecido. El investigador cita los antecedentes del caso, a los efectos de esclarecer las tensas situaciones que enfrentaron al joven intendente con ambos magistrados.

Analizando los informes de los peritos forenses, Mario Burgos intenta demostrar que Villanueva Saravia no se autoeliminó. En ese contexto, recuerda que el intendente era zurdo, por lo cual difícilmente pueda haberse disparado con la mano derecha.

Asimismo, al examinar las características del arma que apareció junto al cuerpo sin vida del político, los orificios de entrada y salida de la bala y otros detalles no menos relevantes, concluye que el jefe comunal no se quito la vida.

Aunque no sostiene tajantemente la hipótesis del homicidio, todos los indicios que aporta ­ que están naturalmente bastante bien fundamentados- van en ese sentido.

Obviamente, no omite explícitas referencias a las pericias que, a su juicio, fueron omitidas por la Justicia y plantea múltiples interrogantes sin respuesta.

Empero, los tramos más sustanciosos de la investigación son los dedicados al examen de los testimonios vertidos por las personas citadas para declarar en el caso. La mayoría de ellas pertenecían al entorno político del muerto.

No obstante, Burgos cuestiona la convocatoria de algunas y la omisión de la comparecencia de otras, con el propósito de desbrozar el camino rumbo a la presunta verdad.

Confrontando permanentemente las declaraciones, Burgos identifica flagrantes contradicciones y la no utilización de algunos elementos aportados por los testigos, que, en su opinión, debieron abrir nuevas líneas de investigación.

El autor pone particular énfasis en la doble vida afectiva de Villanueva Saravia, que le era infiel a su esposa con una de sus secretarias. La situación era bien conocida en Cerro Largo.

Es claro que esta revelación es un componente más de la escenografía de la tragedia, cuya presunta influencia en el desenlace no puede calibrarse con precisión.

Mario Burgos demuele puntualmente los argumentos judiciales que sustentaron la carátula de "suicidio", mediante análisis y reflexiones que mueven a la reflexión.

Obviamente, el profesional no soslaya alusiones a una interna nacionalista recalentada, en cuyo marco Villanueva Saravia profirió fuertes acusaciones contra Luis Alberto Lacalle.

Tampoco omite algunos comentarios del por entonces presidente del directorio blanco, AlbertoVolonté, quien habría arrojado un manto de sospecha sobre la muerte.

No menos contundentes son las afirmaciones que refieren a la polémica participación del gobierno central en la pesquisa y en la controversia por la sucesión comunal.

En opinión de Burgos, se impuso la lógica de la "razón de Estado", a los efectos de descomprimir la tensión y el estado de conmoción colectiva provocado por la muerte de Villanueva Saravia, que aún sigue rodeada de una aureola de misterio.

No en vano familiares y allegados al fallecido han luchado por la reapertura del caso, con la plena convicción que aún resta mucho camino por recorrer.

"Complot a la uruguaya" es una obra sin dudas osada y controvertida, que se nutre de una minuciosa investigación y de una atenta relectura del expediente judicial de la causa.

Contrariamente a lo que se podría pensar, el autor, que es un militante del Partido Nacional, no idealiza a Villanueva Saravia. En efecto, define al fallecido intendente como un hombre personalista y ambicioso, para quien la política era una mera herramienta para la conquista del poder. Empero, ello no obsta para que Mario Burgos aspire a esclarecer un episodio que tiene mucho de enigmático.



(Editorial Planeta)

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